Sunday, October 19, 2008

Obama and the American Dream

El debate sobre el origen y la complejidad racial de Barack Obama no parará en dos semanas, una vez que concluyan las elecciones en las que, en este momento, un sinnúmero de encuestas lo dan como ganador. Aun si pierde, la discusión sobre cuál fue el peso de su singular perfil socioetnográfico en la decisión de los votantes se extenderá por tiempo indefinido. Aun más, me atrevo a decir que será materia de estudio en universidades durante años porque, aunque intente rehuir del lugar común, es verdad que estas elecciones y el papel que Obama ha jugado en ellas pasarán a la historia no sólo de Estados Unidos, sino del mundo entero.



En las últimas semanas ha arreciado el análisis sobre el impacto que el perfil racial de Obama tendrá en el resultado electoral. El fin de semana pasado, The New York Times Magazine se preguntaba en su portada "Can Obama Close the Deal With Those White Guys?", en referencia a los esfuerzos del candidato demócrata por ganar el voto de la clase trabajadora anglosajona, religiosa y conservadora, mientras que la revista Harper's, en su edición de octubre, analizaba la relación entre el voto judío y el candidato demócrata en el artículo Obama's Jews, por mencionar sólo dos ejemplos.



Si una buena cantidad de analistas, medios de comunicación y personas en la calle se está preguntando si los resultados de las encuestas que dan ventaja a Obama sobre el republicano John McCain están reflejando exactamente lo que pasará el martes 4 de noviembre, es precisamente por qué todo el mundo se está haciendo la misma pregunta, de diferentes maneras: ¿están los Estados Unidos dispuestos a elegir al primer presidente de color en su historia?



Yo, desde luego, no tengo la respuesta y, como el resto de muchas personas que conozco y que desean ver llegar a Obama a la Casa Blanca, unos días me siento más confiado al respecto que otros. Como me lo dijo recientemente un compañero periodista: "me siento cautelosamente optimista", y pienso que sí, que este país ya está listo para ello, pero también es cierto que me desenvuelvo en un entorno mayoritariamente liberal y que el hecho de ser un inmigrante de origen latinoamericano me hace sentir una empatía casi natural por la causa de Obama.



Lo que sí tengo es un buen número de razones por las cuales los inmigrantes, incluso aquellos que no podremos participar directamente en este ejercicio electoral, deberíamos hacer lo que esté a nuestro alcance para que Obama llegue a la presidencia. Porque podemos hacerlo. Aunque no podamos votar, podemos hablar con nuestros vecinos, amigos, compañeros de trabajo y empleadores que sí podrán hacerlo y explicarles por qué vale la pena votar por él. ¿Tenemos derecho a participar en el proceso político sin importar nuestro estatus legal o nacionalidad? Si vivimos aquí, pagamos impuestos aquí, nuestros hijos van a las escuelas de aquí y nuestros empleos están en riesgo (o no) aquí, claro que tenemos derecho a influir en el resultado electoral.



Obama vivió fuera del país durante una temporada, en Indonesia. Debió convivir con gente diferente a él, desenvolverse en un ambiente que le era ajeno. Se vio distinto a los demás y en la necesidad no sólo de integrarse a ese lugar, sino de intentar entender a la gente que lo rodeaba. En síntesis, ha sido un inmigrante, y para alguien que ha vivido siempre en su país de origen es muy difícil--aunque no imposible--entender el proceso único de adaptación por el que pasa quien deja su país para instalarse en otro.

El padre de Obama era inmigrante también. Él sabe que parte de su origen está en otras latitudes, pero que su futuro es inequívocamente estadounidense. En ese sentido, millones de estadounidenses con orígenes foráneos pueden sentirse identificados con él. Y no sólo eso, el mundo entero está prestando atención a su candidatura porque ven en él a un líder americano--en el sentido geopolítico del término, aunque sea impreciso--capaz de integrar otras visiones del mundo, además de la unilateral estadounidense, a su manera de liderar al país que, pese a todo, sigue determinando en inmensa medida lo que ocurre con el planeta en su conjunto.

Finalmente, Obama está llamando a los padres de grupos minoritarios a involucrarse más en la educación de sus hijos y está abogando por que los jóvenes y niños en todo el país, sin importar su origen, aprendan un segundo idioma. Los padres latinos nos beneficiaremos de lo primero, porque en nuestra cultura aún prevalece la idea de que la crianza de los hijos es un asunto eminentemente femenino, que corresponde, primera y primordialmente, a las madres de familia. En cuanto a lo segundo, nos beneficiaremos todos, porque un país bilingüe siempre es un país más preparado.

Muchas de las cosas que Obama está prometiendo, como ocurre con cualquier político, se quedarán en la retórica de la campaña electoral; algunas otras no llegarán a concretarse porque necesitará de la voluntad política de los representantes y senadores de ambos partidos, lo cual escapa a su control. Sin embargo, su llegada a la Casa Blanca marcaría un enorme precedente, especialmente entre los niños y los jóvenes de este país--y de muchísimos otros donde el racismo y las tensiones entre diferentes minorías aún están tan enraizadas en la cultura que ni siquiera forman parte del debate nacional--y de todos los orígenes, quienes a partir de enero, si es que las encuestas actuales coinciden con el resultado final, podrán verse reflejados en Obama y darse cuenta de que ellos, sin importar de dónde vengan, cuál sea su origen o su componente étnico, también podrán ser presidentes algún día. Y ése es el sueño más inequívocamente americano que puede haber.