Tuesday, June 10, 2008
Si no soy güero, al menos soy gordo
Los mexicanos mantenemos una relación amor-odio con los gringos desde que dejamos de ser colonia. Secreta, infatigablemente, México aspira a ser como el gabacho, y es normal--no digo que esté bien, digo que es normal--. Los hermanos mayores siempre presionan y proyectan su sombra sobre los pequeños, pero si te sacas la rifa del tigre y te toca ser el vecino pobre del más rico de la colonia, por más que lo detestes, en el fondo terminas soñando con parecerte un poquito a él.
México ahí la lleva, por lo menos en cuanto al físico de sus habitantes. Con 69% de su población con sobrepeso y 30% con obesidad, el país que inventó la vitamina T (for those of you OTMs, V-T stands for tacos, tortas & tamales) sólo es superado por Estados Unidos en la tabla de los países con más gente con problemas de peso. En el gabacho, por cierto, los porcentajes de sobrepeso y obesidad en la población son de 66% y 32% respectivamente.
Una nota que publica hoy La Jornada--Gatopardo sacó un excelente reportaje al respecto el año pasado, por cierto, con imágenes escabrosas que parecían tomadas en Houston o en San Antonio-- explica que el problema de la obesidad en México se ha convertido en un foco rojo para las autoridades sanitarias. En Estados Unidos, la obesidad es considerada un problema de salud nacional crónico desde hace tres años, por lo menos.
En Estados Unidos, la población latina es el segmento donde la obesidad infantil y los casos de diabetes tipo 2 está creciendo más rápidamente, y la ruta de la migración ofrece un patrón socioeconómico por el que se puede avanzar una explicación a esa tendencia.
Al llegar al gabacho, la mayoría de los inmigrantes con bajo nivel económico y de educación descubren que puede tener acceso a la comida rápida que, en México, era sólo privilegio de las clases con mayor poder adquisitivo. Si visitan las páginas web de McDonald's en México y en Estados Unidos (en ambos países tienen productos que cuestan menos de $1 USD), descubrirán que sus precios en ambos lados de la línea son prácticamente idénticos. La diferencia estriba en que el salario mínimo en México actualmente es de $5 USD por día, mientras que en EEUU es de $6.55 USD por hora--that makes for lotsa Big Macs.
En entrevistas que hicimos en Rumbo a lo largo de cuatro años relacionadas con los problemas de obesidad en la población inmigrante, varios nutriólogos que dirigían programas estatales y de asociaciones civiles en Texas explicaban que, cuando llegan al gabacho, los mexicanos dejan atrás la parte de su dieta mexicana que es considerada sana--vegetales, legumbres y granos preparados en casa, que era lo que podían comer principalmente en sus pueblos de origen--para abrazar con fruición el ritual de la cada vez más barata junk food estadounidense.
En Estados Unidos los pobres, casi todos, son de color--negro o moreno--y uno sólo tiene que meterse en un McDonald's o un Popeyes para constatarlo. Al mismo tiempo, una número creciente de mamás inmigrantes mexicanas se rehúsan a cocinar frijoles en casa. Si van a comer frijoles, al menos que sean de lata. Para ellas es un lujo, la constatación de que han salido de su pueblo, de que han dejado atrás la miseria.
Comer frijoles de olla y yerbas es cosa de perdedores, mientras que comer hamburguesas o croquetas de pollo de McDonald's, Burger King o KFC es el snack de los que ya la hicieron, es lo que piensan muchos inmigrantes mexicanos, según explicaban estos especialistas. La realidad es totalmente inversa.
En el mundo desarrollado--y con la escasez de alimentos, se está volviendo así en todo el mundo--la comida rápida es cosa de pobres y los frijoles--aun tengan nombres elegantiosos como butter beans, black eyed peas, chick peas, garbanzo beans o judiones--y las yerbas escasamente procesadas o incluso crudas son privilegio de quienes pueden pagar $3 USD por una lechuga o $2 USD por una lata de garbanzos orgánicos.
En la ciudad de México, me imagino, supongo, habrá islas engolosinadas con la comida sana y orgánica, a imagen y semejanza del frenesí californiano y de los fanáticos de tiendas como Whole Foods (full disclosure: la sede de WF está en Austin y en casa lo único que compramos ahí son los granos para hacer palomitas de maíz, a $0.99 la libra) donde hay que levantar las manos al momento de pagar.
Todos queremos ser gringuitos. Los que tienen dinero, se apuntan a imitar lo neoyorquino, lo SoCal. Los que no tienen para parecer güeritos, al menos ahora pueden parecer gorditos.
México ahí la lleva, por lo menos en cuanto al físico de sus habitantes. Con 69% de su población con sobrepeso y 30% con obesidad, el país que inventó la vitamina T (for those of you OTMs, V-T stands for tacos, tortas & tamales) sólo es superado por Estados Unidos en la tabla de los países con más gente con problemas de peso. En el gabacho, por cierto, los porcentajes de sobrepeso y obesidad en la población son de 66% y 32% respectivamente.
Una nota que publica hoy La Jornada--Gatopardo sacó un excelente reportaje al respecto el año pasado, por cierto, con imágenes escabrosas que parecían tomadas en Houston o en San Antonio-- explica que el problema de la obesidad en México se ha convertido en un foco rojo para las autoridades sanitarias. En Estados Unidos, la obesidad es considerada un problema de salud nacional crónico desde hace tres años, por lo menos.
En Estados Unidos, la población latina es el segmento donde la obesidad infantil y los casos de diabetes tipo 2 está creciendo más rápidamente, y la ruta de la migración ofrece un patrón socioeconómico por el que se puede avanzar una explicación a esa tendencia.
Al llegar al gabacho, la mayoría de los inmigrantes con bajo nivel económico y de educación descubren que puede tener acceso a la comida rápida que, en México, era sólo privilegio de las clases con mayor poder adquisitivo. Si visitan las páginas web de McDonald's en México y en Estados Unidos (en ambos países tienen productos que cuestan menos de $1 USD), descubrirán que sus precios en ambos lados de la línea son prácticamente idénticos. La diferencia estriba en que el salario mínimo en México actualmente es de $5 USD por día, mientras que en EEUU es de $6.55 USD por hora--that makes for lotsa Big Macs.
En entrevistas que hicimos en Rumbo a lo largo de cuatro años relacionadas con los problemas de obesidad en la población inmigrante, varios nutriólogos que dirigían programas estatales y de asociaciones civiles en Texas explicaban que, cuando llegan al gabacho, los mexicanos dejan atrás la parte de su dieta mexicana que es considerada sana--vegetales, legumbres y granos preparados en casa, que era lo que podían comer principalmente en sus pueblos de origen--para abrazar con fruición el ritual de la cada vez más barata junk food estadounidense.
En Estados Unidos los pobres, casi todos, son de color--negro o moreno--y uno sólo tiene que meterse en un McDonald's o un Popeyes para constatarlo. Al mismo tiempo, una número creciente de mamás inmigrantes mexicanas se rehúsan a cocinar frijoles en casa. Si van a comer frijoles, al menos que sean de lata. Para ellas es un lujo, la constatación de que han salido de su pueblo, de que han dejado atrás la miseria.
Comer frijoles de olla y yerbas es cosa de perdedores, mientras que comer hamburguesas o croquetas de pollo de McDonald's, Burger King o KFC es el snack de los que ya la hicieron, es lo que piensan muchos inmigrantes mexicanos, según explicaban estos especialistas. La realidad es totalmente inversa.
En el mundo desarrollado--y con la escasez de alimentos, se está volviendo así en todo el mundo--la comida rápida es cosa de pobres y los frijoles--aun tengan nombres elegantiosos como butter beans, black eyed peas, chick peas, garbanzo beans o judiones--y las yerbas escasamente procesadas o incluso crudas son privilegio de quienes pueden pagar $3 USD por una lechuga o $2 USD por una lata de garbanzos orgánicos.
En la ciudad de México, me imagino, supongo, habrá islas engolosinadas con la comida sana y orgánica, a imagen y semejanza del frenesí californiano y de los fanáticos de tiendas como Whole Foods (full disclosure: la sede de WF está en Austin y en casa lo único que compramos ahí son los granos para hacer palomitas de maíz, a $0.99 la libra) donde hay que levantar las manos al momento de pagar.
Todos queremos ser gringuitos. Los que tienen dinero, se apuntan a imitar lo neoyorquino, lo SoCal. Los que no tienen para parecer güeritos, al menos ahora pueden parecer gorditos.
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1 comment:
hola, de nuevo visitando el sitio.
Este es un fenomeno cultural extra%o e interesante. Una amiga me conto que visitando Chiapas- Mexico- en una iglesia junto a las ofrendas y veladoras, ponian la Coca&Cola; como simbolo de un status economico superior.
ps. ahora estoy atenta a como escribo, salu2 :) N
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