Tuesday, February 26, 2008

Mis hijos votarían por Obama





Según el equipo de campaña del senador Barack Obama, el acto de campaña del pasado viernes en Austin ha sido el que más gente ha convocado hasta este momento. Ellos dicen que había casi 30,000 personas. No sé si darles la razón, pero sí sé que mi familia, nuestro buen y joven amigo Juan Miguel Calvert y yo fuimos cinco de los chorrocientos mil austinianos que nos reunimos alrededor del capitolio estatal para escuchar a Obi-one decir: "Hey, I'm a black guy named Barack Obama. You can't say I'm not tough".
Emiliano y Guillermo estaban tan emocionados de ir a ver a Obama que parecía como si fuéramos a visitar una exposición de dinosaurios. "Vote for Obama, vote for Obama", iba gritando Emiliano mientras nos acercábamos a la manifestación por la avenida Congress mientras la gente lo miraba con fascinación y yo soñaba con que ese recuerdo se les quede grabado a él y a Guillermo para toda la vida (Full disclosure. Como diría mi buen amigo Gabo Rodríguez, 'I would, if I could, vote for Obama').
Cuando estábamos a una cuadra de la multitud, una voluntaria de la campaña de Obama se nos acercó para explicarnos si íbamos a votar en las primarias texanas de este 4 de marzo y si queríamos que nos explicara el proceso de votación (para quienes no estén al tanto, Texas tiene un complicado sistema híbrido de designación de delegados: primero hay que votar en las urnas, y luego presentarse en el precinto correspondiente y registrarse como delegado en el caucus; eso da a cada candidato un puñado más de delegados, que se reparten por un sistema proporcional tan complicado que los periódicos lo están explicando con manzanitas). Valentina y yo tuvimos que decir que no. No podemos votar aquí, apenas estamos esperando a que llegue nuestra green card. Si quisiéramos iniciar el trámite de ciudadanía en cuanto pudiéramos--cinco años después de haber obtenido la residencia permanente-- eso significa que, tal vez, con suerte, podremos votar por quien suceda a Obama--'Yes, we can!'--luego de su segundo periodo--'Yes, we...' okay, you know the rest.



Es la segunda vez que paso por el mismo sentimiento de impotencia. En 2004, cuando vivíamos en España y todo parecía indicar que el PP ganaría de nuevo las elecciones generales, acompañamos a Valentina a votar por Zapatero. Finalmente, y cuatro días después de los terribles atentados en los trenes de cercanías de la red madrileña de transporte, el PSOE recuperó el control del gobierno español. Fue un momento emocionante para quienes veíamos con indignación cómo el PP había intentado a toda costa desviar la atención sobre la responsabilidad, indirecta al menos, de la administración Aznar en esos atentados. Pero yo no pude votar, porque solamente tengo residencia española.



Full disclosure II: en las elecciones mexicanas de 2006, primeras en las que se otorgó el derecho al voto desde el exterior, decidí no ejercer ese derecho porque no había un candidato cuyas propuestas me convencieran. Para poder votar desde el exterior, había que decidir el voto seis meses antes de las elecciones, y yo en ese momento ignoraba que Patricia Mercado competía por la presidencia. De haberlo sabido entonces, le habría dado mi voto, pero hasta ese momento la única opción 'dizque-de-izquierdas' la representaba Andrés Manuel López Obrador, del PRD, y yo no me sentía cómodo apoyándolo. Ya había dado muestras de su talante mesiánico y autoritario y yo sabía que, si votaba por él, tendría que asumirlo hasta las últimas consecuencias. No quería repetir la experiencia de miles de quienes, en aras del voto útil, apoyaron a Vicente Fox en el 2000--Full disclosure III: en esa elección voté por Gilberto Rincón Gallardo, de quien escribí un perfil para Letras Libres--y luego se daban de topes contra la pared.
Votar en el país de llegada, decidir en el proceso político del lugar al que uno ha decidido pertenecer, es uno de los privilegios más difíciles de alcanzar para un inmigrante. Los latinos, y aún más los mexicanos, éramos particularmente reticentes a obtener la ciudadanía estadounidense cuando el gobierno mexicano aún no permitía la doble nacionalidad. Gracias a intensas campañas de concienciación sobre la importancia del voto, el año pasado se logró la naturalización de 1 millón de latinos que este año podrán votar por primera vez.
Para los mexicanos tomar otra ciudadanía siempre es un tema polémico. Una amiga que vive en Houston y que es ciudadana estadounidense desde hace menos de cinco años, me contó que cuando sus hermanos se enteraron de que estaba tramitándola le dijeron que era una traidora a la patria. Y no, no se rieron después; se lo decían en serio. O sea que la Malinche no ha muerto. Vive en el corazón de todos los mexicanos que aún se sienten, hipócritamente, herederos de una sola cultura, la que ya estaba aquí cuando llegaron los españoles. A estas alturas aún llego a escuchar de mexicanos el discurso de que 'los españoles nos conquistaron' y supongo que para esas personas el hecho de que yo quiera obtener la nacionalidad española es algo parecido a una traición espantosa (full disclosure IV: mi esposa es española, mis hijos, españoles y mexicanos, y yo no había nacido cuando Hernán Cortés llegó a Veracruz; tampoco nadie de mi familia).

El hecho de que sólo 40,000 mexicanos residentes en EU hayan votado por correo en las últimas elecciones generales en México nos da una idea no sólo de que, efectivamente, el proceso era muy complicado y si alguien lo ideó así a propósito para evitar dar más votos a la oposición--la que sea--dio en el clavo. Más bien, creo yo, nos da una idea de que los asuntos que nos afectan en el día a día son los que despiertan en nosotros las ganas de participar activamente en el proceso político.


Obama es un líder histórico de talla mundial que, de llegar a la presidencia, influirá no sólo en la política internacional, sino en la forma de entender asuntos como la tolerancia, la raza, el origen y la posición de liderazgo estadounidense en todo el mundo. Su carisma es único y, sí, sus dotes de orador son impresionantes. Pero Obama para mí, en este momento, es quien está planteando soluciones a los problemas de la educación, la cobertura médica y la diplomacia estadounidense con las que no puedo estar más de acuerdo. Son problemas que vivo todos los días porque uno de mis mayores temores es quedarme sin trabajo y no tener seguro médico privado, o el bajísimo nivel que hay en las escuelas públicas de Texas.

No puedo votar aquí; no todavía, y en mi situación están millones de personas que padecen día a día los problemas que aquejan a este imperio en crisis. Los padecemos tanto como los ciudadanos y, como ellos, pagamos impuestos. Sólo que no podemos votar. Pero sueño con que algún día, entre los derechos de los inmigrantes, esté el derecho al voto. No en el exterior, sino en el país en que uno reside.

Y tú, ¿por quién votarías? ¿Votarías?

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