Tuesday, September 16, 2008
El giro irrevocable
Lo primero que pensé esta mañana, cuando me enteré del atentado con granadas ocurrido anoche (15 de septiembre) durante los festejos de la Independencia mexicana en Morelia y que ha dejado (hasta este momento) ocho muertos y decenas de heridos fue: ¿ahora sí comenzará la gente en México a poner atención a lo que está pasando?
Cuando me refiero a "la gente en México", quiero decir la gente que conozco, la que tiene cuenta en Facebook--Mexicans are Facebook junkies--, la que habita esa parte del país donde se toman las decisiones, la que no para de repetir(me), cada vez que se habla sobre la creciente y aparentemente irrefrenable ola de violencia que asola al país, que "eso es nada más es un desmadre entre narcos; todo lo demás está tranquilo". La gente bien, pues.
Los ocho muertos de ayer noche tienen algo de espeluznantemente inédito en esta vorágine sangrienta que asfixia al país en el que nací, del que me marché hace siete años y al que no tengo intenciones de volver. Son víctimas civiles, gente común y corriente que había ido al zócalo de la capital michoacana a oír el grito de Independencia como cada año, a divertirse y pasar un buen rato. Cualquiera de nosotros pudimos haber estado ahí.
Amigos periodistas que han cubierto todo tipo de guerras, incluidas ocupaciones y guerras civiles, suelen coincidir en su asombro ante la supervivencia de la rutina cotidiana aun en las circunstancias más extremas. En un rincón de Bagdad o de Beirut pueden estar cayendo las bombas, y a tres cuadras de ahí puede haber gente tomando el café/te de la tarde o mirando la telenovela de moda; una que, muy probablemente, sea de manufactura mexicana, para más inri.
Lo mismo puede estar pasando en México, quiero pensar. Pero cuando hablo con mis amigos sobre lo que está pasando allá presiento más negación por el descarrilamiento del país que determinación para seguir adelante con sus vidas. Tengo la sensación de que no quieren que les importe. Tal vez porque si comienzan a pensar en ello, no podrán parar y seguir adelante con la vida en un territorio sin ley puede ser insoportable. O tal vez no piensan en ello porque en realidad no les importa, porque ellos están a salvo, detrás de cristales blindados y la permanencia de un sistema de castas determinado por una mezcla complicada de raza, dinero y muchos complejos derivados del choque de indios y españoles hace cinco siglos; una asignatura que aún no hemos aprobado.
Ayer el derramamiento de sangre dio un giro irrevocable, y me pregunto si hoy esa gente, la que conozco, la gente bien, ha comenzado a preguntarse si debería comenzar a poner atención. Pero temo, y mucho, que esta vez el argumento para mostrar desinterés, para seguir alimentando la negación, sea decir que los ocho muertos (cuando esto escribo) en Morelia, no eran narcos, sino simplemente nacos. Eso, por brutal que parezca, es posible y habita en el despiadado imaginario colectivo de la gente bien de México. Y eso sería peor. Daría aún más miedo.
P.S. A partir de esta semana, queridos cómplices de PSN, este blog migrante se une a la oferta de opinión y participación del portal del canal de televisión V-me. Podrán seguir accediendo al contenido de PSN directamente en esta dirección o desde la página http://blogs.vmetv.com
Gracias a Lucho Sarmiento, Paulo Castrillón y especialmente a Ana Cristina Enríquez, por su invitación y entusiasmo.
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