Monday, June 30, 2008

Apoyar al país de origen

Comenzamos a ver la final de la Eurocopa media hora antes de que terminara el partido. No es que no quisiéramos verlo desde el principio; es que nos confundimos en el horario y cuando llegamos de la piscina ya había comenzado el segundo tiempo.

España ya iba ganando por un gol a Alemania. Mi mujer y mi suegra, que preparaban ravioles caseros en la cocina, iban y venían cada tanto para ver el desarrollo del partido. No es que no les interesara, es que las dos, siendo españolas, no podían controlar la tensión de ver-el-partido-completo.

En algún momento, uno de los jugadores españoles estuvo a punto de colocar un segundo gol--no recuerdo su nombre; debo recordar a los lectores que no soy seguidor del fútbol, nací genéticamente impedido para ello, creo--y yo salté del asiento. En ese momento Emiliano, 7 años, me preguntó por qué había reaccionado así. Le expliqué--mis hijos, como es de esperarse en esta familia, jamás han visto un partido de soccer completo y, de hecho, no entienden muy bien las reglas del juego--que España había estado a punto de meter otro gol y que eso les aseguraría, a esas alturas del partido, la victoria.

--Entonces queremos que gane España, ¿verdad? --me preguntó Emiliano.
--Claro --respondí.
--¿Tú quieres que gane España?
--Sí.
--¿Por qué?
--Bueno, porque mamá es española, tus abuelos son españoles, tus primas y tus tíos son españoles, y tú y Guillermo son españoles.
--¿Y sólo por eso? --insistió Emilano.
--Sí. Uno tiene que apoyar a su país de origen.
--¿Uno tiene que apoyar a su país de origen?
--Sí, Emiliano.
--Oh.

Minutos atrás, en una de las visitas de Valentina al frente del televisor, Guillermo, 4 años, y Emiliano, le preguntaron a quién apoyaba. "A España", respondió ella, sin despegar la vista de la pantalla. "¿Por qué?", preguntaron los dos. "A ver, ¿quién nació en España?", preguntó ella. Sin despegar la vista del televisor, Guille, que nació en el hospital La Paz de Madrid una mañana helada y nublada de diciembre de 2003, levantó la mano.

Guillermo tuvo claro entonces la razón de su apoyo a la selección española, o eso creí yo en ese momento (cuando terminó el partido y comenzamos a celebrar el añorado triunfo de España en la Eurocopa, Guille creía que el triunfo significaba dos cosas: que el año entrante podremos ir de visita a España y que a partir de ahora los jugadores españoles ya podrán jugar ellos solos en la cancha, sin tener que enfrentarse a otro equipo).

Para Emiliano, el origen de nuestro apoyo a la selección española no parecía quedar muy claro. Emiliano nació en México, vivió tres años en Madrid y pronuncia las zetas y las ces como español, a diferencia de su hermano menor, que las pronuncia como mexicano. Pero para él la noción de país de origen se volvió complicada frente al televisor. Y la razón por la que en ese momento creí que debía escribir al respecto es que, cuando Emiliano me preguntó por qué yo apoyaba a España y respondí eso de "uno tiene que apoyar a su país de origen", me sentí, de alguna manera, panfletario.

Así que me he quedado con esa pregunta, y los reto a hacérsela a ustedes mismos y aventurar una respuesta. ¿Uno tiene que apoyar a su país de origen? ¿Cuál es el país de origen, aquel donde uno nació aunque prácticamente no haya vivido ahí, el que uno ostenta en su pasaporte aunque esa nacionalidad únicamente haya sido heredada por los padres, o aquel donde uno ha vivido más tiempo, donde uno se ha formado, en el que uno se siente en casa?

¿Cuál es? Díganme. Yo no lo tengo muy claro.

Thursday, June 19, 2008

'Desaparecieron las fronteras del mundo en mi mente'

Bondadosa y amablemente, Mónica Fuentes accedió a ahondar en su interrogatorio. ¿Cómo era el México que dejó atrás en 1978? ¿Cómo la recibió Canadá? ¿Cómo se ha transformado su idea de país en treinta años de diáspora? Si quieren saberlo, sigan leyendo.

"México, en el '78, era un país con cierta problemática, desigualdad social y corrupción. Había contaminación, congestionamientos [de tráfico], desempleo e inflación. No me fui por eso ni sería eso lo que me impidiera volver. México es un hermoso país, lleno de hermosa gente, donde se disfruta la vida de una manera sui generis. Siempre he dicho, cuando me lo preguntan por acá, que el principal problema de México es la corrupción entre la gente que está en "el poder", la falta de escrúpulos de algunos que afectan a tantos. El ingreso miserable (similar a su nivel de preparación) que reciben los policías (quienes dicen protegernos) es lo que los pone en una situación muy frágil. Si no pueden mantener a su familia con su trabajo honrado, caerán en la tentación de la deshonestidad, que, francamente paga mejor. Esto es un círculo vicioso pavoroso.

"Preguntas cómo me sentí al llegar a Canadá en 1978. La verdad, muy bienvenida, por todos. Lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de gente de todas partes del mundo, los idiomas que se escuchaban por las calles, los bellos atuendos y lo rápido que desaparecieron las fronteras del mundo en mi mente. Estamos todos aquí, iguales, juntos. La siguiente impresión que me llevé fue al darme cuenta que en la misma calle convivíamos electricistas, albañiles, médicos, vendedores, secretarias, maestros, recepcionistas y abogados. Todos éramos vecinos de la misma calle. Nadie era mejor que nadie. Ese día me enamoré de Canadá y deseé que algún día pudiéramos tratarnos así en México. No creo que me vaya a tocar ver ese día.

No, no es Mónica y sus amigas. Es la foto de un grupo de amigas de Toronto.
Intenten descifrar cuál de todas no es canadiense. (Foto: The Barron blog)

"He tenido la fortuna de poder ir a México casi cada año, y puedo decir que he ido viendo la transformación que mi país ha sufrido. Lo esencial no ha cambiado, lo lindo sigue lindo. Lo sucio y corrupto, cada vez más sucio y más corrupto. Actualmente el nacotráfico parece estar al centro del problema y tal vez las armas y las tácticas hayan cambiado, pero el poder y el dinero siempre han sido la razón de ser de tanta podredumbre. Cada quien para sí mismo, sin importar a quién pisotean en el camino. Actualmente hay mucha gente pisoteada y eso duele mucho saberlo desde lejos.



"Para cerrar con una buena nota, me encanta volver a México cada vez que puedo y caminar por las calles, recorrer la ciudad en el Turibús, agasajarme con nuestra deliciosa comida típica, disfrutar las playas y los pueblos con sus zócalos y parques. Nunca perderé la esperanza de que las cosas cambien para bien en México para todos los mexicanos, no para los que ya viven bien, sino para los que se merecen YA vivir bien y con dignidad.

Wednesday, June 18, 2008

Mónica, tres décadas lejos del tercer mundo

Hace 30 años México era, literalmente, otro país. En 1978, José López Portillo se las arreglaba, como presidente, para administrar la riqueza, producto de la locura petrolera, que habría de llevarnos al primer mundo. Como su sexenio fue de a de veras y no una telenovela de las que, en ese momento, Televisa todavía hacía bien (Los Ricos también lloran irrumpiría para el mundo entero en 1979), cuatro años más tarde, México se declaró en moratoria, el peso comenzó a salirse (más) de control y el resto de la historia ya nos la sabemos.



Fue en ese año, 1978, que Mónica Fuentes emigró de la ciudad de México a Canadá. Hoy vive en Vancouver, un sitio en el que uno se siente lejos del resto del mundo, y del tercer mundo, más (salvo por el lado este del Downtown, donde los niveles de marginación siguen siendo propios del subdesarrollo más tremendo).

¿Cómo fue llegar a un sitio tan distinto? ¿Cómo ve el México de 2008 una persona que ha vivido tres décadas en Canadá, uno de los sitios más ordenados--y fríos--del planeta?

Tengo muchas preguntas para Mónica y espero convencerla para que las conteste. Si es así, acá tendrán el reporte.

Por ahora, aquí están sus respuestas al interrogatorio PSN. A los que aún no se animan, dejen de morder el rebozo y pónganse a responderlo.

Aprovecho este espacio para agradecer a los editores de Reforma.com por incluir PSN en su lista de blogs y por presentarlo hoy en la portada del diario. Un saludo a ellos.

1. Identifícate (nombre, edad, lugar de origen, profesión o actividad principal, estado civil y cualquier otro dato que consideres te identifique)

Mónica Fuentes Uquillas., 54 años, Mex. D.F., Psicóloga/Pedagoga, casada.

2. ¿Dónde vives, desde hace cuánto?

"En Vancouver, Canadá, desde hace 30 años"

3. ¿Has vivido en otro lugar, además de México? ¿Dónde, por cuánto tiempo?

"En otras partes de Canadá: Calgary, Balzac, Victoria."

4. ¿Qué razón te llevó a vivir en tu lugar actual?

"Me casé con un canadiense".

5. ¿Te mudaste por voluntad propia o a tu pesar?

"Un poco de las dos."

6. ¿Qué es lo que más te gusta del lugar donde vives?

"Las montañas y el mar."

7. ¿Qué es lo que más te disgusta?

"El frío, la lluvia y la distancia [de México]".

8. ¿Qué es a lo que más te costó trabajo acostumbrarte?

"Estar lejos de mi familia".

9. ¿Qué consideras haber ganado y haber perdido al mudarte ahí?

"Gané una familia nueva, perdí el diario contacto con la mía. Gané amistades nuevas. Extraño a las de siempre".

10. ¿Te gustaría regresar a México?

"Sí."

Si la respuesta es sí, ¿pronto, algún día o aún no sabes cuándo?

"Pronto, muy pronto".

11. ¿Qué es lo que extrañas más de México?

"Mi gente, el calor, las playas, la comida, la musica, la sobremesa, las paletas heladas, los dulces mexicanos, la risa, la gente cariñosa y amable."

12. ¿Qué es lo que menos extrañas?

"La corrupción, la contaminación, la injusticia social, la gente prepotente, la desigualdad, la falta de oportunidad para todos, la riqueza en manos sucias."

13. ¿Tienes muchos amigos o familiares en una situación parecida a la tuya (viviendo fuera de México)?

Pocos. Los conocí aquí.

¿Crees que eso puede tener alguna consecuencia para México?

"De uno en uno se van perdiendo mexicanos que pudieron aportar mucho a México, si México los hubiera tratado con más respeto y dignidad."

14. Cuando vuelves de regreso a México por vacaciones, ¿cómo te sientes?

"Como volver a casa. Siempre".

¿Qué sensaciones o pensamientos te genera estar de vuelta?

"Cuánto extraño a México y qué triste es saber lo mal que la está pasando tanta gente querida para mí".

15. Cuando oyes hablar en la prensa o la televisión de inmigrantes, inmigrantes mexicanos o inmigrantes latinoamericanos, ¿sientes que están hablando de ti?

"No, pero puedo identificarme."

Monday, June 16, 2008

¿Por qué somos tan aferrados (y azotados)?

Gracias a Nasheli por retroalimentarnos con una explicación aun mayor a su comentario anterior. Y aclaro, querida banda PSNofílica: cualquier comentario que se vierta aquí--ya sea desde este lado, o desde aquél--no se considera personal ni tampoco una crítica; es sólo un pretexto para avanzar la discusión. Tomarnos personal cualquier punto de vista es una de las peores costumbres que tenemos los mexicanos, es parte de nuestra identidad pueril: todavía nos sentimos mal cuando alguien nos dice 'no' o nos dice las cosas claras a la cara. Acá, en este blog, eso no aplica.

Además de los ricos comentarios de Nasheli llegó otro comentario--vía Facebook--sobre el post anterior, de mi queridísima amiga Tzinia, egregia habitante de la isla Condesa de la ciudad de México. Genial, como no esperaba menos de ella, en su apunte hace una pregunta ineludible, que tardaré en responder--me tomaré mi tiempo para hacerlo como se debe--pero que les reto a hacerse a ustedes mismos y responder también.

Acá va su comentario. Y la pregunta está en la primera frase:

"Mi Toño, ¿qué te sigue dando México que te apegas tanto a él? Ya actúa como americano, piensa como americano y vive como americano, porque allí vives y allí está tu familia. Adaptarnos o morir (o regresar a Mx en el peor escenario). Mx no tiene rumbo, no tiene responsabilidad, no tiene derechos, no tiene gente capaz de gobernar ni los gobernados de exigir sus derechos y responsabilidades. Los gringos no entienden a los mxs porque son irresponsables y mentirosos (¡ah! y les da verguenza decir "no"). Los mexs no entienden a los gringos porque son secos y prácticos. Entonces, la línea divisoria en todo aspecto y de ambos lados es un agua trémula, llena de remolinos. Let it be. Y adáptate, que te recuerdo que es una de las razones del viaje de la vida. Y te comparto un poema del cubano Eduardo Camilo Bonachea, uno mas de los censurados en la islita tropical, pero que lo publicó en el libro Voces de Cambio":

Equilibrio

La escala une a las dos márgenes del río,
a ambos lados la vegetación es brillante,
en el centro el hombre, su paso inseguro.
A tientas con el ojo de Heráclito en el medio.
Panta rei. ¿Es todo idéntico o no idéntico?
El espectador lo sabe.
Si cae cual pájaro sin alas,
habremos perdido las dos manos.
La línea es marcial, el fondo verde.
Si no cae habremos perdido las dos piernas.
Ha de avanzar entre los aires
Tanteando una realidad pintada,
El sobresalto, el no ser elegido.
Encima el cielo no resiste el brazo.
Un boceto sugiere ángeles alrededor de la cuesta.
De todas formas a tumbos el hombre
apenas con el fosforo de Dios avanza.
Desde mi cámara lo sé.
El espectador también lo sabe y aplaude.

Poema de Eduardo Bonachea, Voces de Cambio, p.190. Ed. Bibliotecas Independientes de Cuba. 2006.

Foto tomada de cubaencuentro.com

El comentario de Tzinia termina así:

"II: Y a todos los emigrantes, los que hemos dejado Mx atrás u optado por ser estadounidenses o de cualquier otra nacionalidad, a seguir, que no podemos estar flexionados por la costumbre, sino impulsados por el paisaje de los sueños y el reto de la nueva familia.

"Tienes razón al decir que nuestros hijos tienen otras nacionalidades y, que nosotros mismos como padres las buscamos así y nos nutrimos de ello. Porque no hay nada como el hambre de salir adelante, tener la visión del lince para aferrarse al sueño o al espejismo torpe; no hay nada como querer salir adelante porque es otra forma de seguir en el juego de la vida".

Lo dicho: ¿qué te sigue dando México, que te apegas tanto a él?

Thursday, June 12, 2008

¿Sois vosotros mejicanos?

Hace ya una semana que conté mi viaje relámpago a México vía el consulado en Houston y el tema sigue dando de qué hablar.

Un distinguido aunque anónimo visitante me dejó este mensaje al respecto de ese post:

"...pienso que es el complejo del mexicano que llevará hasta la tumba: el malinchismo, que es que todos gueritos...no ma'. Ay, México, tan lejos de ti y tan cerca de los güeritos. 'ta bien que no quieres ser güero; pero no me digas que español sí, ya que el verbo en la foto [por el gafete y la pose las reconoceréis] está conjugado a la española. No me falles. ¿O es la academia real española que dice que ése es el correcto espaniol?"

El comentario me hizo saltar del asiento con una pregunta que es algo así como, sort of, onda, tipo, el epicentro, la madrecita santa de este [pinche] blog: ¿qué es ser mexicano en una sociedad cada vez más diversa, culturalmente contaminada, hecha de migraciones que vienen de todos lados y de orígenes que se cruzan y se diluyen constantemente?

No es que no quiera ser güero y sí quiera ser español, mi querido anónimo. Es que no quiero ser solamente mexicano, no quiero tener, o caber en, una etiqueta nada más; soy--somos-- mucho más que la palabrita que viene en la portada de nuestro pasaporte. Does it make sense? ¿Es horrible? ¿Alguien lo considera una herejía? ¿Una traición? ¿A quién?

Soy fanático irredento de la contaminación cultural, de la mezcla de elementos que se antojan ajenos, del mestizaje, de la bastardía. Me declaro idiosincráticamente promiscuo, en parte porque soy fruto de un borlote social, cultural, económico: tengo un pie en los dos Méxicos--el que manda y el que obedece--, he vivido en tres países distintos, nací en la provincia mexicana y me considero chilango por derecho propio, mi esposa nació en Sudamérica y se crió en Europa, mis hijos tienen dos nacionalidades y hablan tres idiomas, la gente que quiero está regada en por los menos 14 ciudades de cinco países distintos y vivo en un momento de riesgo de hecatombe mundial por el enfrentamiento entre dos posturas fanáticas con principios religiosos retorcidos.

Si se supone que un mexicano no puede conjugar un verbo como lo hacen los españoles porque entonces es malinchista, ¿tampoco podría hablar inglés? ¿Los mexicanos sólo podemos comer tortillas? En mi casa siempre hay tortillas, de harina y de maíz, pero también hay garbanzos y tahini. ¿Merezco que me quiten mi pasaporte mexicano, ése que me tomó cinco horas y media conseguir en el consulado de Houston [ayer volví a pasar enfrente del edificio, btw; qué feucho es]? Mi hijo menor tiene nacionalidad mexicana, nació en Madrid y pronuncia las eses como mexicano [como fresa, además, según dice su madre]? ¿Califica como mexicano o no? Mi hijo mayor nació en Huixquilucan, Estado de México [go spell that over the phone in the U.S.] y pronuncia las eses como español. ¿Qué hago, quemo su acta de nacimiento verdecita?

¿Qué es ser mexicano, pues? ¿Hay sólo una forma de ser mexicano?

I don't think so. Yo he visto, convivo todos los días con, al menos dos: la güera y la morena; la fresa y la naca. Las dos, sadly enough, tienden cañón hacia el malinchismo.

¿Qué coño [qué carajos, perdón] es ser mexicano?

Tuesday, June 10, 2008

Si no soy güero, al menos soy gordo

Los mexicanos mantenemos una relación amor-odio con los gringos desde que dejamos de ser colonia. Secreta, infatigablemente, México aspira a ser como el gabacho, y es normal--no digo que esté bien, digo que es normal--. Los hermanos mayores siempre presionan y proyectan su sombra sobre los pequeños, pero si te sacas la rifa del tigre y te toca ser el vecino pobre del más rico de la colonia, por más que lo detestes, en el fondo terminas soñando con parecerte un poquito a él.

México ahí la lleva, por lo menos en cuanto al físico de sus habitantes. Con 69% de su población con sobrepeso y 30% con obesidad, el país que inventó la vitamina T (for those of you OTMs, V-T stands for tacos, tortas & tamales) sólo es superado por Estados Unidos en la tabla de los países con más gente con problemas de peso. En el gabacho, por cierto, los porcentajes de sobrepeso y obesidad en la población son de 66% y 32% respectivamente.

Una nota que publica hoy La Jornada--Gatopardo sacó un excelente reportaje al respecto el año pasado, por cierto, con imágenes escabrosas que parecían tomadas en Houston o en San Antonio-- explica que el problema de la obesidad en México se ha convertido en un foco rojo para las autoridades sanitarias. En Estados Unidos, la obesidad es considerada un problema de salud nacional crónico desde hace tres años, por lo menos.

En Estados Unidos, la población latina es el segmento donde la obesidad infantil y los casos de diabetes tipo 2 está creciendo más rápidamente, y la ruta de la migración ofrece un patrón socioeconómico por el que se puede avanzar una explicación a esa tendencia.

Al llegar al gabacho, la mayoría de los inmigrantes con bajo nivel económico y de educación descubren que puede tener acceso a la comida rápida que, en México, era sólo privilegio de las clases con mayor poder adquisitivo. Si visitan las páginas web de McDonald's en México y en Estados Unidos (en ambos países tienen productos que cuestan menos de $1 USD), descubrirán que sus precios en ambos lados de la línea son prácticamente idénticos. La diferencia estriba en que el salario mínimo en México actualmente es de $5 USD por día, mientras que en EEUU es de $6.55 USD por hora--that makes for lotsa Big Macs.

En entrevistas que hicimos en Rumbo a lo largo de cuatro años relacionadas con los problemas de obesidad en la población inmigrante, varios nutriólogos que dirigían programas estatales y de asociaciones civiles en Texas explicaban que, cuando llegan al gabacho, los mexicanos dejan atrás la parte de su dieta mexicana que es considerada sana--vegetales, legumbres y granos preparados en casa, que era lo que podían comer principalmente en sus pueblos de origen--para abrazar con fruición el ritual de la cada vez más barata junk food estadounidense.

En Estados Unidos los pobres, casi todos, son de color--negro o moreno--y uno sólo tiene que meterse en un McDonald's o un Popeyes para constatarlo. Al mismo tiempo, una número creciente de mamás inmigrantes mexicanas se rehúsan a cocinar frijoles en casa. Si van a comer frijoles, al menos que sean de lata. Para ellas es un lujo, la constatación de que han salido de su pueblo, de que han dejado atrás la miseria.

Comer frijoles de olla y yerbas es cosa de perdedores, mientras que comer hamburguesas o croquetas de pollo de McDonald's, Burger King o KFC es el snack de los que ya la hicieron, es lo que piensan muchos inmigrantes mexicanos, según explicaban estos especialistas. La realidad es totalmente inversa.

En el mundo desarrollado--y con la escasez de alimentos, se está volviendo así en todo el mundo--la comida rápida es cosa de pobres y los frijoles--aun tengan nombres elegantiosos como butter beans, black eyed peas, chick peas, garbanzo beans o judiones--y las yerbas escasamente procesadas o incluso crudas son privilegio de quienes pueden pagar $3 USD por una lechuga o $2 USD por una lata de garbanzos orgánicos.

En la ciudad de México, me imagino, supongo, habrá islas engolosinadas con la comida sana y orgánica, a imagen y semejanza del frenesí californiano y de los fanáticos de tiendas como Whole Foods (full disclosure: la sede de WF está en Austin y en casa lo único que compramos ahí son los granos para hacer palomitas de maíz, a $0.99 la libra) donde hay que levantar las manos al momento de pagar.

Todos queremos ser gringuitos. Los que tienen dinero, se apuntan a imitar lo neoyorquino, lo SoCal. Los que no tienen para parecer güeritos, al menos ahora pueden parecer gorditos.

Friday, June 6, 2008

American authors with funny last names, revisited en español

El suplemento cultural Babelia del diario español El País, publica un texto de Eduardo Lago en el que hace un veloz recorrido por las letras estadounidenses de origen hispano que vale la pena leer.

El título es divertido: Los reyes del mambo leen novelas de ciencia-ficción, en alusión a las dos novelas escritas por autores de origen latino que han obtenido hasta este momento el Pulitzer, el premio literario más prestigioso de Estados Unidos: The Mambo Kings Play Songs of Love, del neoyorquino hijo de padres cubanos Óscar Hijuelos, quien lo obtuvo en 1990--convirtiéndose en el primer latino en ganarlo--, y The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, del dominicano mudado a New Jersey con seis años de edad Junot Díaz, quien acaba de obtener el galardón.

(Como breve apunte, me gustaría comentar que, a diferencia de innumerables galardones literarios en el mundo literario iberoamericano, el Pulitzer sigue cimentando su enorme e indiscutido prestigio en dos columnas muy robustas: 1) se otorga a una obra ya publicada y 2) el premio monetario que se otorga es meramente simbólico: $10,000.)

El texto de Lago es una excelente guía de acercamiento a la literatuta estadounidense de origen latino. Lo único lamentable, y no por el libro al que hace alusión, que aún no leo y sobre el cual no tengo una opinión formada, es la referencia al último premio Alfaguara, que no viene al caso en el contexto:

"La concesión del Premio Alfaguara 2008 de novela a Chiquita, de Antonio Orlando Rodríguez, cubano residente en Miami que escribe en español, nos recuerda que hay un número no desdeñable de narradores hispanos cuya lengua literaria sigue siendo el castellano, aunque, en buena ley, es preciso señalar que las novelas de calidad escritas en inglés por los escritores latinos de Estados Unidos pertenecen por derecho propio y de manera incuestionable al canon literario norteamericano".

En una entrevista concedida a raíz de su premio, el propio Rodríguez explicó que él "cayó en Miami" hace apenas pocos años y, aunque no lo sé de cierto, dudo que este autor se considere parte de la literatura estadounidense. Otros autores que escriben en español y que han vivido, o viven, en Estados Unidos son, por mencionar sólo algunos ejemplos conspicuos, Isabel Allende, Gioconda Belli, Tomás Eloy Martínez y Antonio Muñoz Molina, y sin embargo no son considerados parte de la literatura estadounidense, sino iberoamericana, por lo que hacer mención de sus obras en un texto que aborda la literatura estadounidense de origen latino habría sido, simplemente, descabellado.

En ese sentido, la alusión a Chiquita tiene un ligero tufillo a la mercadotecnia tradicional propia de Prisa, el conglomerado de medios que es dueño tanto de El País como de editorial Alfaguara.

Como cierre, una entrevista con Junot Díaz, de quien pronto hablaremos en este espacio.



Thursday, June 5, 2008

No quiero ser güero (México debajo de la U.S. 59)

Ayer estuve, durante cinco horas y media, de vuelta en México. No tuve que tomar un avión, ni conducir cuatro horas en dirección sur hasta llegar a la línea, ni sintonizar la señal de Univisión durante el noticiero de Joaquín López Dóriga. Nomás fui a sacar mi pasaporte al consulado de Houston.

Consulado de México en la Ciudad Espacial,
aunque parezca Tlalnepantla (Foto: SRE)

Nunca había estado en ese consulado. Desde que vivo fuera del país, sólo había tenido que hacer trámites consulares en el de Austin y en la embajada en Madrid. Curiosamente, mientras más lejos de México está la oficina consular y más cerca de los inmigrantes indocumentados, más Mexican-like se pone la cosa. ¿Alguna vez han estado en la embajada de México en España? It's beautiful, conveniently located in one of the most prestigious Madrileño neighborhoods, enfrentido del Senado.

Embajada de México en Madrid. Qué diferiencia, ¿verdad? (Foto: SRE)

El de Austin no está mal. Por fuera uno sólo lo reconoce por la bandera de México, pero por lo demás, parece cualquier otro edificio del Downtown de la capital mundial de la música en vivo.

El consulado de Houston se presiente desde un par de cuadras antes. No está en el centro ni en una zona chida, como cualquier consulado que se precie. Está debajo de un freeway, y para entrar uno tiene que caminar por una veredita donde la basura me hizo recordar a los alrededores del de la estación metro Observatorio. En la calle de atrasito hay varias taquerías móviles y negocios de fotocopias y fotos. Los propietarios de algunas casas cercanas han convertido sus yardas en estacionamiento público, para que los visitantes puedan sortear los taxímetros que, yo creo que con una mala leche que huele a xenofobia, están instalados en las calles que circundan el consulado en un barrio donde-no-hay-tráfico.

Lo normal, en cualquier situación donde el sentido común aplica (Mexico, we all know, is not included in this category), es que cuando uno llame para pedir una cita para hacer un trámite, no tenga que esperar más de lo, again, normal: 15-30 minutos para ser muuuuuy razonables. En el consulado de Houston a uno le dan cita para ir a hacer cola. Una cola que dura cinco horas.

La fila, obviamente, comienza fuera del consulado. Una vez uno logra entrar en el edificio--una construcción de cemento que parece transplantada de las zonas más feas de Periférico norte (sorry norteños, en Periférico sur hay muy poquitas zonas pinches)--la fila es una consecución de sillas y bancas de metal que uno va recorriendo cansinamente. Nadie, todavía, le ha informado a las autoridades del consulado de la existencia de unas maquinitas que emiten un número en un papelito, conectadas a un display luminoso en el que va apareciendo el número (¿el número de cita que uno le dan por teléfono y que la persona de seguridad pide, al entrar al consulado, para poder hacer la fila, por ejemplo?) que corresponde a la persona que será atendida. Aquí en los States los usan en las oficinas estatales--para sacar el número de seguridad social, para tramitar la licencia--, en España los usan en El Corte Inglés en la zona de carnes, en la de quesos y hasta en la de pescados. Y en México, me han contado que las usan en Banamex. Ya sé, estarán pensando que esta última explicación es una pendejada y que ustedes no son idiotas, que ya saben que eso existe. Pero es que hay lugares donde, believe it or not, parece que aún no lo saben. Ayer yo estuve en uno.

Vista de la fila, poco antes de las 3 pm.

Aquí debo hacer un alto para equilibrar esta entrega. El personal del consulado, desde las agentes de seguridad privada que atienden la entrada, hasta el último señor que entrega los pasaportes, trabajan con una eficiencia que no había visto antes en una dependencia pública de México. Son amables (salvo contadas excepciones) y en ningún momento parecen avasallados por una situación que, evidentemente, está desbordada. Al mismo tiempo, ésa es su obligación como funcionarios públicos. Que eso antes no ocurriera era la anomalía; que ocurra ahora es lo normal.

En esa larga fila estábamos personas que íbamos a sacar pasaporte o matrícula consular. Needless to say, yo era el único güerito de la concurrencia, además de otra señora que iba adelante de mí y que, por lo que alcancé a entender, era maestra, se había casado con un gringo y tenía que sacar su pasaporte para ir a México.

Los güeros no hacen fila. Siempre conocen a alguien que trabaja en el segundo piso del consulado y que les puede ahorrar el engorroso trámite de hacer cola como el resto de los mexicanos, los morenos, los que no tienen conectes, los que muy probablemente cruzaron con coyote y para quienes tener que pasar cinco horas ahí metidos supone, literally, perder dinero.

Dos güeras--es un decir, ¿okay? Estas dos eran moreno claro, pero we all know what güero means--, madre e hija, bolso Coach, zapatillas puma, jeta de 'I'm better than all these nacos' in your face incluidas, llegaron al consulado cuando yo llevaba unos 20 minutos en la fila, a eso de las 12:45. Iban a ver alguien que trabajaba arriba. El poli les pidió registrarse, les dieron un gafete y subieron. Como a eso de la 1:45 bajaron a la planta baja, territorio de los comunes, escoltadas por una secretaria que las condujo hasta la última ventanilla del proceso de pasaportes. A las 2:45 les entregaron sus documentos. Ellas, obviamente, esperaron de pie, aunque en la zona donde esperaban ya había sitio para sentarse. Tal vez no querían que nadie las confundiera con el resto de la gente, con parientes del señor que estaba ahí esperando también, que parecía una mezcla entre Javier Bardem y Pancho Villa y cuyo ringtone era una canción de K-Paz de la Sierra or the like. Eran güeras, pero eran mexicanas, and sometimes a Coach handbag ain' just enough, chulas.

¿Quieren ver a las güeras tramposas? Acá una foto de ellas.

Por la pose y el gafete las reconoceréis
(el señor de espaldas es el del funky ringtone)
.

El resto nos chutamos cinco horas para sacar el pasaporte. Algunas personas lo querían por seis años ($100 USD, por cierto, más de diez horas de trabajo, in jornalero standards), pero sólo se los dieron por uno, porque no llevaban algún papel que era requisito y que la gente que da las citas por teléfono debió haberles pedido llevar. El personal del consulado, insisto, los trató con amabilidad e intentó resolver sus dudas, pero no logró ayudarlos a saltar ese obstáculo. Lo peor es que una vez que uno logra llegar a la primera ventanilla, el trámite no toma más de 40 minutos y uno sale de ahí con el pasaporte en mano, algo que nunca me había pasado. Es el sistema el que no funciona, un sistema establecido por los güeros a quienes poco importa el tiempo que puedan hacer perder a los que no son tan güeros, a los que no conocen a nadie en el consulado.

Volví casi a las seis de la tarde a mi trabajo. Ayer en la noche, dos amigos me preguntaron: ¿por qué no me dijiste que ibas a sacarte el pasaporte? Yo conozco gente en el consulado, no te habrías tardado ni una hora. I know it for fact, I saw it with my own eyes (and captured evidence of it with my iPhone, btw.) Pero ése no es el punto. Un poco de congruencia, please. Yo me fui de México, en parte, porque acabé hasta la madre de todo ese sistema. No quiero ser güero, sorry. Pero si el sistema es eficiente para dos güeras, puede serlo para todos. Estas cosas tan pendejamente simples son una muestra descorazonadoramente clara de por qué nos va a tomar 55 años alcanzar el desarrollo. Si algún día lo alcanzamos.

Tuesday, June 3, 2008

American authors with funny last names are kicking some (literary) ass by writing about the immigration experience (I)

The loooong title almost summarizes this whole series of entregas, but if you feel like reading some more, we could go on to say...

Immigrants narratives are taking over English Literature in America could be just about the right scholar title for this series of posts, but that would sound too Letras-Libres-y. Why? 'Cause we're gonna discuss here the work of some critically-acclaimed and reading-worthy foreign-born authors such as Junot Díaz, Jhumpa Lahiri and one of my (new) favorite authors: Daniel Alarcón.

I just finished the reading of War by Candlelight, Alarcón's debut collection of short stories first published in 2005, and I enjoyed it a lot. It is one of those books that haunt you long after you finished them. Its characters are always about to collide with reality, but then, Alarcón refuses to give the last word and empowers the reader to flow with whichever feelings, desires, dreams or nightmares his storytelling detonates in everyone.

What I most relish on Alarcón's work is the way he defies the concept of Latin American author. Born in Perú, he moved with his family to Alabama when he was three, and he's lived most of his life in the U.S. ever since. Alarcón writes in English--in many interviews he's said the only pieces he writes in Spanish are e-mails--but speaks Spanish at perfection [listening to him he reminds me of my dear Miraflorino friend Alfredo Giraldo] and most of his work is centered on some of Perú's --and of all Latin America, to that extent-- most deeply-rooted-in-history social events: la guerra de los ochentas, the poverty, the nightmarish aftermath of a natural disaster in a place impacted by poverty and corruption and, of course, the immigration experience.


Alarcón talks (in Spanish) about his first novel Lost City Radio, and the topics that haunt him most.

Fortunately, Alarcón is acclaimed in his native Perú, where along with other young writers such as Santiago Roncagliolo he's considered part of a new generation of powerful storytellers. Here in the States, he's considered one of the most brilliant new voices in American Literature (Alarcón was named one of the best young authors in 2007 by the prestigious magazine Granta and achieved an accomplishment few writers have done before turning thirty: publishing a story, the marvelous City of Clowns, in The New Yorker at age 26).

So, Alarcón has come to epitomize the immigrant's utopia: to belong in and to be beloved in both his country of origin and his new home.

I would like to end this post with a couple of excerpts from War by Candlelight. The first one is from Absence, a piece that tells the story of Wari, a Peruvian painter who takes advantage of an invitation he receives to exhibit his work at a less-than-well-known small art gallery in New York City to adventure in what could possibly be a new life:

"Leaving is no problem. It's exciting actually; in fact, it's drug. It's the staying gone that will kill you. This is the handed-down wisdom of the immigrant. You hear it from the people who wander home, after a decade away. You hear about the euphoria that passes quickly; the new things that lose their newness and, soon after, their capacity to amuse you. Language is bewildering. You tire of exploring. Then the list of things you miss multiplies beyond all reason, nostalgia clouding everything: in memory your country is clean and uncorrupt, the streets are safe, the people universally warm, and the food consistently delicious. The sacred details of your former life appear and reappear in strange iterations, in a hundred waking dreams. Your pockets fill with money, but your heart feels sick and empty."

The second one is from the homonymous story that lends its title to the whole book, War by Candlelight. In it, Alarcón recreates Peruvian childhood friends Fernando and José Carlos' path from Communism to Terrorism:

"Maruja brought home a map one day, and they tacked it to their bedroom wall. That evening, once the baby was asleep, they stood hand in hand to marvel at the size of the world. It was comforting to see how little their war was, and to think there were places out there where their struggles were not news."