Se llama Alonso Núñez y, si siguen leyendo, encontrarán su divertido, y muy bien escrito, testimonio. No he podido resistirlo: no he editado un par de cebollazos a este blog, pero es que estoy luchando por deshacerme de la falsa modestia. Qué le voy a hacer, me estoy agringando.
Mil gracias a Alonso por su texto, y no dejen de leer su blog.
¿Qué tal, Antonio? Aquí me tienes, leyendo con gula tu blog en pleno horario laboral. Me van a correr.
Pongo más o menos en orden las respuestas al interrogatorio PSN:
Me llamo Alonso Núñez y soy chilango de tres asaltos y medio (el último delincuente se largó antes de consumar el robo por razones que aún desconozco y que, sin embargo, le agradezco mucho).
Estudié algo de Historia en la Universidad Iberoamericana durante los años de la Perestroika: recuerdo con cuánto ahínco queríamos derribar la estatua de san Ignacio [de Loyola] por su notable parecido con el padrecito [Vladimir] Lenin. Ahora, por carecer de estudios en forma, tengo que trabajar como redactor en una agencia de publicidad: López Negrete, ubicada en Houston.
Soy casado, de familia numerosa y de quincena muy, pero muy comprometida. O sea que te debo la clasificación social alta, media alta y hasta media a secas.
Comencé mi odisea por Estados Unidos en el 2001, atraído por el dulce canto del dólar. Ah, el sueño americano. Hoy sé que éste caduca a los treinta días: los mismos que tardan en llegar las facturas de todo lo que uno firma.
He vivido en Los Ángeles, Seattle y la ya citada Houston. Y no me quejo. Tiene lo suyo el imperio. De entrada, está más limpio que mi noble, leal y archirrecontraperredista Ciudad de México, asiento de toda basura, enemiga jurada de la urbanidad y capital mundial del olorcito a descompuesto.
Sin embargo, me encanta regresar de cuando en cuando a ese desmadre monumental: sobre todo a Polanquito mi barrio, al centro, a la Condesa, a la Prado Churubusco (sede de la panadería Linares) y al mítico Coyoacán.
Además del orden gringo, me gusta la competencia feroz del mercado laboral: hay gente talentosa de todo el mundo. Y esto te obliga a quitarte el sarape, a seguir aprendiendo y a ponerte al tú por tú con media humanidad. Por lo mismo, no extraño México. Cuando conozco a personas de la India o de Etiopía o de Mongolia, que sí están lejos de los suyos y de lo suyo, pienso: ay, cómo somos melodramáticos los mexicanos, siempre llorando ausencias y lejanías, y el país está aquí al lado.
Conozco a varios paisanos que se hallan en la misma situación que yo: batallando de este lado, sin tantos conflictos existenciales. Les voy a recomendar tu blog. Está de perlas. Y con dicha promesa me despido. Hay un asunto oficinesco que demanda mi atención inmediata: a nadie se le ha ocurrido hacer el café de la tarde y con el tanque vacío no se puede carburar.
Un abrazo solidario.
A. N.
Posdata. Si no has conseguido el ejemplar de "El niño Triclinio", te lo mando con gusto. Tengo dos.
Alonso Núñez
su redactor de confianza
http://suredactordeconfianza.blogspot.com/
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