Monday, July 14, 2008
Uruguay o hacer lo que sea para detener la fuga de cerebros
El País de Uruguay comenta hoy en su editorial una propuesta de ley del gobierno de Tabaré Vázquez que impediría a los universitarios uruguayos salir del país durante los primeros años posteriores a su titulación.
El argumento de la propuesta es que estos jóvenes deben, de alguna manera, pagar por la educación que han recibido en la República Oriental, y esa propuesta garantizaría que, al menos por unos años, estos jóvenes permanecieran, trabajaran y beneficiaran con sus conocimientos, al Uruguay.
Detrás del proyecto está un fenómeno creciente: la emigración de jóvenes uruguayos preparados hacia países desarrollados, especialmente España y Estados Unidos.
Los jóvenes, explica uno de los lectores de El País que participa en el debate que ha generado la editorial, podrán salir de territorio uruguayo si desean, pero su título universitario no podrá ser certificado u homologado con fines de convalidación en el extranjero. En el caso de los médicos, por ejemplo, les cierra la oportunidad de buscar trabajo en España.
Si bien la propuesta suena totalitaria, como la califica el diario uruguayo, también hay que recordar que en otras latitudes hay ayudas a los estudios de posgrado ligadas a mecanismos destinados a que los jóvenes beneficiados permanezcan en su lugar de origen. El argumento de base es que lo que se busca con estos incentivos no es sólo el crecimiento personal del estudiante, sino el progreso colectivo de una sociedad.
Las becas Fulbright que otorga el gobierno de Estados Unidos son un ejemplo de ello. En el caso de estudiantes latinoamericanos de posgrado, ésta es una de las becas más prestigiadas--y de más difícil acceso--que hay. La suma de dinero otorgada a cada estudiante varía dependiendo del país pero, en el caso de México, puede llegar hasta $20,000 USD por beneficiado.
El proceso para obtener esta es beca y largo y complejo, explica Galia García-Palafox, editora para México de la revista Gatopardo y quien obtuvo una maestría en periodismo por Columbia University gracias en parte a una beca Fulbright. Uno de los principales beneficios es que el comité binacional de selección envía solicitudes de admisión para los candidatos a tres distintas universidades, lo cual, si bien no garantiza la admisión, la facilita bastante.
"Uno de los grandes plus de Fulbright es el trato que tienes cuando estás allá", explica García-Palafox vía mensajería instantánea. "Además de los eventos Fulbright y de que tienen oficinas en todas partes que se encargan de tu papeleo, [aseoría con temas de] migración , seguros médicos, estás invitado a eventos Fulbright con ex becarios e invitados especiales".
--O sea que es como sacarte la lotería. Aunque el downside de la visa después [que no puedas obtener una de trabajo], ¿cómo lo ves tú? ¿Vale la pena?
--Claro que vale la pena--responde García-Palafox--; digo, a menos que tu objetivo sea quedarte en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, contar con el beneficio de una beca Fulbright es una distinción para cualquier profesionista. ¿Cuál es la contraparte? Que una vez pasado el periodo de prácticas profesionales después de cursar los estudios de posgrado (OPT, Optional Practical Training, de un año de duración), los estudiantes no pueden acceder a una visa de trabajo en Estados Unidos, deben volver a su país de origen y trabajar ahí por al menos dos años antes de tener la opción de solicitar una visa de trabajo estadounidense.
Así las cosas, tal vez no sea tan descabellado exigir a los estudiantes que se gradúan de universidades retribuir al país que les dio acceso a educación en la forma de permanecer un cierto tiempo ahí antes de ampliar sus opciones al extranjero. El problema viene cuando el mercado profesional o las condiciones de vida en ese país reprimen las opciones de crecimiento personal y profesional de esos estudiantes.
¿Qué piensan ustedes, queridos lectores de PSN? ¿Tienen derecho los gobiernos latinoamericanos (democráticos) a restringir la salida de sus estudiantes bajo éste, o cualquier otro tipo de argumento?
El argumento de la propuesta es que estos jóvenes deben, de alguna manera, pagar por la educación que han recibido en la República Oriental, y esa propuesta garantizaría que, al menos por unos años, estos jóvenes permanecieran, trabajaran y beneficiaran con sus conocimientos, al Uruguay.
Detrás del proyecto está un fenómeno creciente: la emigración de jóvenes uruguayos preparados hacia países desarrollados, especialmente España y Estados Unidos.
Los jóvenes, explica uno de los lectores de El País que participa en el debate que ha generado la editorial, podrán salir de territorio uruguayo si desean, pero su título universitario no podrá ser certificado u homologado con fines de convalidación en el extranjero. En el caso de los médicos, por ejemplo, les cierra la oportunidad de buscar trabajo en España.
Si bien la propuesta suena totalitaria, como la califica el diario uruguayo, también hay que recordar que en otras latitudes hay ayudas a los estudios de posgrado ligadas a mecanismos destinados a que los jóvenes beneficiados permanezcan en su lugar de origen. El argumento de base es que lo que se busca con estos incentivos no es sólo el crecimiento personal del estudiante, sino el progreso colectivo de una sociedad.
Las becas Fulbright que otorga el gobierno de Estados Unidos son un ejemplo de ello. En el caso de estudiantes latinoamericanos de posgrado, ésta es una de las becas más prestigiadas--y de más difícil acceso--que hay. La suma de dinero otorgada a cada estudiante varía dependiendo del país pero, en el caso de México, puede llegar hasta $20,000 USD por beneficiado.
El proceso para obtener esta es beca y largo y complejo, explica Galia García-Palafox, editora para México de la revista Gatopardo y quien obtuvo una maestría en periodismo por Columbia University gracias en parte a una beca Fulbright. Uno de los principales beneficios es que el comité binacional de selección envía solicitudes de admisión para los candidatos a tres distintas universidades, lo cual, si bien no garantiza la admisión, la facilita bastante.
"Uno de los grandes plus de Fulbright es el trato que tienes cuando estás allá", explica García-Palafox vía mensajería instantánea. "Además de los eventos Fulbright y de que tienen oficinas en todas partes que se encargan de tu papeleo, [aseoría con temas de] migración , seguros médicos, estás invitado a eventos Fulbright con ex becarios e invitados especiales".
--O sea que es como sacarte la lotería. Aunque el downside de la visa después [que no puedas obtener una de trabajo], ¿cómo lo ves tú? ¿Vale la pena?
--Claro que vale la pena--responde García-Palafox--; digo, a menos que tu objetivo sea quedarte en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, contar con el beneficio de una beca Fulbright es una distinción para cualquier profesionista. ¿Cuál es la contraparte? Que una vez pasado el periodo de prácticas profesionales después de cursar los estudios de posgrado (OPT, Optional Practical Training, de un año de duración), los estudiantes no pueden acceder a una visa de trabajo en Estados Unidos, deben volver a su país de origen y trabajar ahí por al menos dos años antes de tener la opción de solicitar una visa de trabajo estadounidense.
Así las cosas, tal vez no sea tan descabellado exigir a los estudiantes que se gradúan de universidades retribuir al país que les dio acceso a educación en la forma de permanecer un cierto tiempo ahí antes de ampliar sus opciones al extranjero. El problema viene cuando el mercado profesional o las condiciones de vida en ese país reprimen las opciones de crecimiento personal y profesional de esos estudiantes.
¿Qué piensan ustedes, queridos lectores de PSN? ¿Tienen derecho los gobiernos latinoamericanos (democráticos) a restringir la salida de sus estudiantes bajo éste, o cualquier otro tipo de argumento?
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1 comment:
El tema que has tocado me parece fundamental, no sólo porque muestra la tendencia a emigrar que afecta a grupos sociales con altos niveles de educación, sino porque el fenómeno ocurre prácticamente en todos los países, aunque con razones y situaciones diferentes. Primero, el tema tiene que ver con la aparente contradicción entre el interés nacional y las necesidades o aspiraciones individuales. Esto quizá es evidente en la dificultad extrema que tienen los médicos o enfermeras cubanos a emigrar de su país: aunque va en contra del interés nacional cubano, el deseo de salir de la isla pretende resolver una aspiración personal legítima. Esos médicos no pueden ejercer su profesión en países como Estados Unidos, tanto por la barrera del idioma como por la obligación de volver a estudiar dos años y después terminar prácticas profesionales de otros dos, para certificar sus estudios y empezar otra vez. He visto doctoras cubanas que son felices trabajando como cajeras en Walmart. En segundo lugar, también está otra aparente contradicción: nuestras universidades forman profesionales pensando en las necesidades nacionales, pero sin considerar si ellos tienen acceso o no al mercado de trabajo. Unos de los resultados es la emigración, el otro es el subempleo. Tema aparte es el de la globalización. Las nuestras son familias globales, separadas por la distancia, pero unidas por la tecnología y el envío de remesas. La migración ha diluido las froteras entre los países excluidos y beneficiados de la globalización. En este sentido, las fronteras nacionales se vuelven sólo lugares rígidos, a veces militarizados, e inútiles para contener la nueva delimitación ambigua y dinámica de la frontera que impone la emigración. Es como si los límites de Puebla llegaran hasta la Grand Councurse en el Bronx o las fronteras de Oaxaca hasta Huntington Beach en California. En ese sentido casi da lo mismo comer huaraches en el centro de Ciudad Valles, SLP, o en la Hillcroft Ave. en Houston.
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